jueves, 22 de abril de 2010

Capítulo 1: La despedida.

Releo el pequeño fragmento de un discurso amoroso. Mientras la veo caminar, alejándose. Esta es la última vez -pienso. Y realmente espero que así sea. Antes fue amor, ahora solo quedan fotos. Promesas que no cumplimos, deseos que olvidamos, regalos que no nos hicimos. Y una sortija como el collar de un pequeño demonio escondido en mi almohada, listo para asediarme en los momentos del ensueño más pesado.
Estoy sobreactuando -pienso. Es mejor dejar de torturarme con tantas preguntas, por lo menos hoy. A partir de mañana, y los próximos -¿diez, quince, veinte, cuarenta?- días, me voy a sumir en una densa nube de melancolía, rodeada de fragmentos de un discurso amoroso. Pero hoy no. Hoy quiero celebrar el final de un ciclo. Un ciclo con cosas malas y cosas buenas. Un ciclo que me deja mucho y se lleva mucho de mí.
Levanto mi taza de café y me digo: Esta va por mí. El café está muy caliente, apenas puedo dar un sorbo. Lo dejo en la mesa y la sigo mirando, su pelo, su espalda, su silueta. Cada vez más pequeña, hasta que se pierde en el tráfico, y yo me quedo fijo en el hueco de la mesa, frente a su llave de mi departamento, donde antes solía estar ella, y ahora no está. Y me pregunto si alguna vez estuvo, y me digo que cuando vuelva voy a tener que revisar sus fotos.
No, hoy no. Mañana puede ser. Hoy no la voy a buscar, hoy voy a festejar, a celebrar el fin. Es una promesa que me tengo que hacer. Nada de fotos, y sobre todo, no empeñar el anillo hasta que la haya olvidado.
Levanto la taza de café, pero está vacía, es una buena señal, el tiempo está pasando más rápido de lo que esperaba. Pido otra taza, total hoy es domingo, no tengo apuro. Pienso en la escena de hoy, en el desayuno, en Prevert, en Barthes. Pienso en sus libros en mi biblioteca, en sus horribles estatuillas de porcelana, pienso en nuestro gato Stanislavski, en las entradas para el concierto. Basta, estoy pensando demasiado. Tomo otro sorbo de café, el último de la taza. Definitivamente el tiempo es curvo. Pago la cuenta y me voy, olvidándome su llave. Ayer cambié la cerradura.


Son las doce y media de la noche, si miro las fotos ahora no estaría rompiendo la promesa.

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